
En el contexto del “año de la fe” la celebración de la fiesta del Corazón de María nos invita a saludar gozosamente a la Madre con estas bellas palabras de Isabel y, al mismo tiempo, a abrir nuestro propio corazón a la Palabra del Señor, dejando que sea ella la que llene nuestro corazón de paz y nuestra vida de sentido.
María nos enseña que la fe es acoger el anuncio (cf. Lc 1,38) y dejar que sea únicamente la Palabra acogida la que nos guíe por el camino de la vida. La fe es adhesión cordial a Jesús, Palabra de Dios hecha carne, “camino, verdad y vida” (cf. Jn. 14,6).
Por ello, una fe genuina purifica nuestra mirada, enciende nuestro corazón, ilumina nuestra libertad, transforma decisivamente nuestra vida y nos conduce a Dios y a los hermanos, imágenes de Dios.
Una profunda experiencia de fe nos hace “misioneros”. El Padre Fundador la señala como el fundamento de nuestra vida misionera: “Aunque los Misioneros necesiten todas las virtudes, ante todo para poder responder a la propia vocación, deben tener una fe viva. Pues ella fue la que inflamó a los Profetas, Apóstoles y Mártires y la que movió a muchos predicadores de la divina palabra a abrazar con ánimo alegre la pobreza, la abnegación y el sacrificio para dilatar el Reino de Cristo. Por eso, los Novicios deben afianzarse profundamente en la fe, más aun, vivir de la fe, especialmente cuando experimenten dudas en la fidelidad a su vocación” (CC 62).
Que la celebración de la fiesta del Corazón de María acreciente en cada uno de nosotros la adhesión cordial a Jesús y la disposición a vivir únicamente al servicio del Reino de Dios.
Feliz fiesta del Corazón de María.
Josep M. Abella, cmf
Superior General
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