El Evangelio de Lucas nos transmite el saludo con que Isabel acogió la visita de su prima María: “Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1,45).
En el contexto del “año de la fe” la celebración de la fiesta del Corazón de María nos invita a saludar gozosamente a la Madre con estas bellas palabras de Isabel y, al mismo tiempo, a abrir nuestro propio corazón a la Palabra del Señor, dejando que sea ella la que llene nuestro corazón de paz y nuestra vida de sentido.
María nos enseña que la fe es acoger el anuncio (cf. Lc 1,38) y dejar que sea únicamente la Palabra acogida la que nos guíe por el camino de la vida. La fe es adhesión cordial a Jesús, Palabra de Dios hecha carne, “camino, verdad y vida” (cf. Jn. 14,6).
Por ello, una fe genuina purifica nuestra mirada, enciende nuestro corazón, ilumina nuestra libertad, transforma decisivamente nuestra vida y nos conduce a Dios y a los hermanos, imágenes de Dios.
Una profunda experiencia de fe nos hace “misioneros”. El Padre Fundador la señala como el fundamento de nuestra vida misionera: “Aunque los Misioneros necesiten todas las virtudes, ante todo para poder responder a la propia vocación, deben tener una fe viva. Pues ella fue la que inflamó a los Profetas, Apóstoles y Mártires y la que movió a muchos predicadores de la divina palabra a abrazar con ánimo alegre la pobreza, la abnegación y el sacrificio para dilatar el Reino de Cristo. Por eso, los Novicios deben afianzarse profundamente en la fe, más aun, vivir de la fe, especialmente cuando experimenten dudas en la fidelidad a su vocación” (CC 62).
Que la celebración de la fiesta del Corazón de María acreciente en cada uno de nosotros la adhesión cordial a Jesús y la disposición a vivir únicamente al servicio del Reino de Dios.
Feliz fiesta del Corazón de María.
Josep M. Abella, cmf
Superior General
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