viernes, 12 de octubre de 2012

Intervención del P Abella en el Sínodo de los Obispos

Intervención del P. Josep María Abella Batlle, Superior General de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María 

Miércoles, 10 de octubre de 2012 

La llamada a la Nueva Evangelización es, ante todo, una llamada a ser cristianos gozosos y responsables del siglo XXI, con una gran fidelidad al Evangelio y a la gente de nuestro tiempo, y con un nuevo estilo de misión. No se trata, pues, de una acción puntual o de una serie de actividades, sino de un “proceso” en el que entran en juego varios elementos. La Nueva Evangelización parte siempre de la realidad, observada con el corazón compasivo de Jesús, porque de la permanente dialéctica entre el Espíritu y la realidad surgirá su novedad y las líneas-fuerza que la van a orientar. Se concentra en el anuncio del Misterio íntegro de Cristo que proclamó, con su vida y su palabra, el Evangelio del Reino a todos, especialmente a los pobres, como liberación integral del hombre. Tiene como sujeto activo y responsable a todo el Pueblo de Dios, hombres y mujeres, con sus diferentes carismas y ministerios. Exige, para realizarla, evangelizadores del todo centrados en Dios-Padre, urgidos por la caridad de Cristo, guiados por su Espíritu y apasionados por sus hermanos. Implica, consiguientemente, una fuerte llamada a la conversión personal, comunitaria e institucional, en el contexto de los signos de nuestro tiempo. Requiere prestar mayor atención a la calidad que a la cantidad; a lo esencial, que a lo accidental; y favorecer un diálogo incansable. Impulsa a renovar la dimensión misionera en el anuncio de Evangelio, educando para el diálogo con las culturas y las tradiciones religiosas de los pueblos. Procura trabajar en red con otras personas y grupos que buscan también la transformación del mundo según el designio de Dios, que, para nosotros, significa construir el Reino. Por todo ello, la Nueva Evangelización es una “aventura espiritual” que se expresará en opciones apostólicas diversas en los diversos contextos. Pero, sin una profunda “sensibilidad evangélica”, será muy difícil leer los signos de los tiempos y dar con iniciativas apostólicas adecuadas y creíbles.

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