martes, 4 de febrero de 2014

Celebración del día de Familia Claretiana en Bética

Fue por el año 1992 cuando los Seglares Claretianos de la primera comunidad de Sevilla sintieron la necesidad de hacer algo para establecer lazos de unión con los miembros de las distintas ramas de Familia Claretiana de la ciudad. La fecha que eligieron no podía ser otra que el 1 de Febrero. Fecha significativa para todos los SSCC por tratarse del día en que San Antonio Mª Claret, por el año 1856 y tras el atentado de Holguín, tuvo la intuición de fundar la Academia de San Miguel. De ahí surgió, tras algunas etapas diferentes lo que es hoy el Movimiento de Seglares Claretianos.

Desde entonces, año tras año nos reunimos los Misioneros Claretianos, las Misioneras Claretianas, Filiación Cordimariana y los Seglares Claretianos de Sevilla en torno a esta fecha, para contarnos nuestros últimos proyectos, preocupaciones e ilusiones y, sobre todo, para celebrar juntos la Mesa del Señor.

El pasado sábado 1 de febrero nos reunimos toda la Familia una vez más. Compartimos una oración en torno al martirio, teniendo presentes tanto a los Misioneros como a los Seglares que cada día ponen su vida en riesgo por vivir el Evangelio. Tras la oración y una fraternal merienda, compartimos también la Eucaristía en el templo parroquial. Durante la misma diez miembros de la comunidad de María fueron admitidos en el Movimiento.

Uno de estos jóvenes, nuevo Seglar Claretiano, es Isidro Rodríguez. El Trabaja en el equipo de pastoral juvenil de Bética con los Misioneros Claretianos y comparte con ellos la vida en la comunidad de Loja (Granada). En su blog  comparte la experiencia de vida y fraternidad que a continuación os reproducimos.


Seglar, claretiano. La vocación en el día de la vida consagrada

Dentro de poco hará un año de mi experiencia en Tánger (semana solidaria de Sevilla) de la que me gustaría repescar este fragmento que escribí tras encontrarnos con unas pateras en el estrecho de Gibraltar:

“…Entonces cuando sopesaba la posibilidad mire atrás, y de repente los vi a ellos, aterrorizados, muertos de miedo, eran los chavales de bachillerato a los que acompañaba en esta experiencia que estaban contemplando en directo a la misma muerte. Todos lloraban, algunos agarrados a otros y con las caras descompuestas. Entonces vi que mi misión estaba allí con ellos, en una de mis pocas vocaciones claras, la pastoral y la entrega por los jóvenes, tenía que dar mi vida por ellos a los que ya bastante se les había desmoronado el mundo tras ver la tristeza de Tánger y que ahora en sus caras solo había terror…” 

¡Quién me iba a decir entonces que iba a estar dedicado plenamente a la pastoral! 

Comienza mi sexto mes en el equipo de PJV, medio año de mucho aprendizaje, ilusión y sobre todo de vida. Puede parecer poco tiempo pero muchas son las conclusiones e ideas que rondan mi cabeza, pero en especial, mi reafirmación vocacional. 

He recorrido muchas comunidades claretianas de Bética y de todas he salido con un único sentimiento: gratitud. El trato con el que he sido recibido ha sido inmejorable y poder compartir hogar y vivencias algo único. Su grandeza reside en que no son superhéroes, como los ven muchos jóvenes, como algo inalcanzable en estos tiempos y fuera de cualquier esquema. Son personas que sienten, se cansan y se enfadan pero que están dispuestos a intentar que esto no sea un lastre en sus vidas de entrega y servicio por sus hermanos y por los demás. Testimonios en directo que a cualquier joven con planteamientos vocacionales serios darían pie a que no lo pensará más y diera un si incondicional. 

Especialmente admiro el cariño y testimonios de los más mayores, cuyas palabras siempre son una mezcla de amor por lo hecho y experiencias vividas intensamente. Mayores que nos reciben con ojos de esperanza. Ven en el equipo la solución al descenso de vocaciones que vive el mundo y más concretamente la congregación de misioneros claretianos. 

La solución puede que la tengamos delante y no nos demos cuenta. Los jóvenes ven a un claretiano como si vieran la televisión: -me gustan, me caen bien- Pero no participan en este programa de tanto éxito, cuya audiencia sube pero sus actores bajan. 

Quizás sea abrir las puertas… 

“La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas.” EVANGELII GAUDIUM (47) 

Creo que aquí también tenemos mucho que decir los que somos llamados fermento en el mundo: los seglares claretianos. Invito a que todos nosotros nos hagamos esta pregunta: ¿Qué importancia ha tenido en tu vida un claretiano o una persona consagrada? Yo al menos puedo hacer una lista bastante larga de la que me es imposible devolver tanta felicidad como me han dado: educación, guía espiritual, corrección, escucha, humanidad, formación y sobre todo encuentro con Dios. Somos testigos de esta vida y del amor que traen a su alrededor, por ello creo que debemos promover la vida consagrada por encima incluso de la vida seglar pues la vida de un laico es lo que de primeras la gran mayoría se cuestiona. Además, alguien que no cierra puertas a nada y que tras un discernimiento dice un “no” a la vida consagrada estará asegurando la formación de un gran seglar que se ha planteado su vida sin miedos, sin tabús y con respuestas a la llamada personal que Dios le hace. 

¡Despertemos el amor por la congregación en los seglares! Este sentimiento es compartido por muchos hermanos con los que he hablado y también fue reflejo de ello un pequeño encuentro que hubo ayer, 1 de febrero en Sevilla, en familia claretiana antes de mi nombramiento “oficial” como seglar claretiano. 

Es un gran paso la incorporación de una seglar a las reuniones de pastoral juvenil de la familia claretiana pues si hay alguien que está en contacto con los jóvenes en mayor proporción somos nosotros. Podemos aportar ideas, compaginar calendarios, reclamar formación y mostrar con normalidad la vida religiosa. Todo desde un espíritu de servicio y máxima disposición. 

En definitiva, la familia claretiana formamos un todo muy superior a la suma de sus partes, los unos sin los otros estamos condenados a la desaparición. Nos encontramos ante una encrucijada, estamos como el padre Claret ante la lectura del evangelio: ¿De qué le sirve al hombre… Podemos seguir impasivos ante la caída de la búsqueda vocacional o bien coger hatillo y ponernos a caminar. Es hora de dejar las palabras y los tecnicismos y hacer camino, hacer vida.

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